Celulares plegables: tecnología y diseño que redefinen la experiencia móvil

Hay celulares que no solo se usan: se contemplan. Los plegables, esos dispositivos que parecen salidos de una novela de ciencia ficción escrita por un diseñador industrial con alma de poeta, han dejado de ser un capricho de laboratorio para convertirse en una declaración de intenciones. No son solo tecnología: son una forma de mirar el mundo desde un ángulo distinto. Literalmente.
De la promesa futurista al presente tangible
Durante años, los teléfonos plegables fueron el equivalente tecnológico del auto volador: deseados, anunciados, pero siempre a medio camino entre el prototipo y el producto. Hoy esa frontera se ha desdibujado. Los principales fabricantes han dejado de jugar a los visionarios para convertirse en creadores de objetos concretos, con pantallas que se doblan sin romperse y bisagras que ya no crujen como puertas mal ajustadas.
La evolución no ha sido solo técnica. También es cultural. El plegable no se vende como un teléfono: se vende como una experiencia. Como un gesto. Como una forma de decir “yo no uso lo mismo que todos”. Y eso, en un mercado saturado de rectángulos idénticos, tiene un valor simbólico que va más allá de los megapíxeles.
¿Qué distingue a un plegable de un teléfono común?
La respuesta más obvia es la pantalla. Pero sería como decir que lo que distingue a un libro de bolsillo de una edición de lujo es el tamaño. Hay algo más profundo: la relación que establece el usuario con el objeto. Un plegable se abre y se cierra. Se transforma. Invita a una coreografía de dedos que recuerda a los gestos de antaño, cuando colgar una llamada implicaba cerrar el teléfono con un chasquido. Hay nostalgia, sí, pero también novedad.
Desde el punto de vista técnico, los modelos actuales ofrecen pantallas flexibles, procesadores de última generación, cámaras que rivalizan con las de los modelos premium y sistemas de refrigeración adaptados a estructuras móviles. Algunos permiten trabajar en modo multitarea con tres aplicaciones abiertas simultáneamente. Otros apuestan por una pantalla externa que se convierte en interna al desplegarse, como si el dispositivo tuviera dos caras y ninguna máscara.
¿Moda pasajera o cambio estructural?
La pregunta flota en el aire como una duda existencial. ¿Estamos ante una moda que se desvanecerá como los teléfonos con teclado físico, o ante una transformación profunda del ecosistema móvil? Las cifras aún no son concluyentes. Los plegables representaron apenas una fracción del mercado global en 2024, pero se espera que superen el 5% en 2026. En Chile, su presencia es aún marginal, pero creciente, especialmente en segmentos de alto poder adquisitivo y entre usuarios que priorizan diseño y exclusividad.
Lo interesante no es solo cuántos se venden, sino quiénes los compran. El perfil del usuario plegable es más cercano al del coleccionista que al del consumidor promedio. No busca solo funcionalidad: busca diferenciación. Y eso convierte al plegable en un objeto cultural, más que en un simple dispositivo.
Diseño: cuando la ingeniería se vuelve estética
Hay algo casi poético en ver cómo una pantalla se pliega sin romperse. Como si la tecnología hubiera aprendido a bailar. El diseño de los plegables no es solo funcional: es performativo. Cada apertura es una escena. Cada cierre, un telón que cae.
Los fabricantes han entendido que el diseño no puede ser solo una cuestión de materiales. Debe ser una experiencia sensorial. Por eso, las bisagras se han convertido en protagonistas silenciosas. Ya no son un punto débil, sino una obra de ingeniería que permite movimientos suaves, firmes y silenciosos. Algunos modelos se cierran sin dejar espacio entre las dos mitades, como si fueran una caja de secretos.
¿Y la durabilidad?
Aquí es donde el romanticismo se encuentra con la realidad. Las pantallas plegables, por muy resistentes que sean, siguen siendo más vulnerables que las tradicionales. El polvo, la humedad y el uso intensivo pueden afectar el mecanismo de pliegue. Por eso, se han incorporado certificaciones de resistencia al agua, capas protectoras y sistemas de autolimpieza en las bisagras.
La garantía también ha evolucionado. Algunos fabricantes ofrecen reemplazo gratuito de pantalla en el primer año, mientras que otros incluyen asistencia técnica especializada en sus centros autorizados. En Chile, el Servicio Nacional del Consumidor recuerda que los derechos del consumidor aplican también a estos dispositivos, incluyendo la garantía legal de seis meses por fallas de fábrica.
¿Qué sigue?
La tecnología plegable no ha dicho su última palabra. Se habla de modelos enrollables, de pantallas que se estiran como goma, de dispositivos que se transforman en relojes o en gafas. Pero por ahora, el plegable es el protagonista. Un objeto que se abre como un libro, se cierra como una caja de sorpresas y redefine lo que entendemos por teléfono. Quizá no todos lo necesiten. Pero todos, al menos una vez, deberían probarlo. Porque hay gestos que no se explican: se experimentan. Y abrir un celular como quien abre una carta, con la expectativa de lo inesperado, es uno de ellos.
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